sábado, 4 de abril de 2020

Llegar tarde

Nos encontramos por la calle.
Con prisas. Porque siempre tenemos prisa.
Prisa por llegar a algún sitio donde seguro no hacemos falta, o donde no somos imprescindibles. O donde ni siquiera se nos espera.
O peor aún: donde si nos esperan es de manera interesada.

Y sin embargo, persistimos en ello.
En la prisa por llegar a esos lugares donde da igual que estemos o no estemos.
Porque si estamos, a nadie le importará ni lo apreciará lo suficiente. Ni siquiera será capaz de agradecerlo.
Y si no estamos, nadie nos echará en falta ni pensará que somos irreemplazables.

Y por culpa de esas prisas por llegar a esos lugares donde, en el fondo, cuenta una mierda que lleguemos antes o después, no nos detenemos cuando nos encontramos.
Apenas un saludo rápido, algún intercambio de frases de cortesía, una excusa improvisada y, como mucho, el clásico “ya nos veremos” o “yo te llamo”.

Cualquier charla amistosa y distendida  o cualquier conversación amena e intensa se evaporan como escamas de hielo sobre una plancha caliente. No hay lugar para el café o la cerveza que podríamos tomar disfrutando como pasa la tarde. Ni siquiera para un mísero cigarrillo mientras damos un paseo.

No tenemos tiempo. Llegamos tarde.

Y luego ya no nos vemos. Ni nos llamamos. No es necesario, hay más días, hay más momentos.

Aunque lo único cierto es que los días se van pasando, que van cayendo las hojas del calendario.
Se consumen los meses, se marchitan los años.
Se acaban los momentos. Sin vernos, sin llamarnos.

Siendo fugaz, desperdiciamos el tiempo como si fuese eterno.
Siendo efímero lo malgastamos como si nos sobrara.
Y las ocasiones, la vida, como si de whisky caro se tratase, nos empeñamos en dejarlo correr por el sumidero de los “llego tarde”.

Pero ¿y si no hubiera más momentos? ¿y si ya no tuviéramos más ocasiones?
¿y si aquella vez que nos vimos, con prisa, sin detenernos, hubiera sido la última?

Ya no habrá café ni cerveza. Ni conversación ni charla. Ni cigarrillo ni paseo.
Ni nos veremos. Ni nos llamaremos.

De tanto posponer las cosas que de verdad importan, se van quedando pendientes.
Y lo pendiente acaba por aplazarse.
Se aparca, se abandona.
Se olvida y, poco a poco, se pierde.
Y, al final, deja de ser importante.
Porque importa más no llegar tarde.

Sin darnos cuenta, habremos dejado de estar donde sí hacíamos falta, donde sí éramos totalmente imprescindibles. Era allí donde sí nos esperaban, y no de forma interesada.

Allí sí importaba que estuviéramos, allí sí se agradecía nuestra presencia. Allí sí éramos irreemplazables.

Mas no lo vimos. No lo entendimos.

Nos quedamos sin el café y sin la cerveza. Sin la conversación y la charla. Sin el cigarrillo y el paseo.

En definitiva, llegamos tarde.

Llegamos tarde a lo importante.


Vélez - Málaga, 01-04 de Abril de 2020