lunes, 16 de diciembre de 2013

Aprendiendo a perder

Me acostumbré a sacar el palito corto,
a descerrajarme la única bala del tambor en las sienes,
soy asiduo a la casilla de la calavera y las tibias cruzadas
y ya no me sorprendo cuando la negra se cuela antes de que le toque.

Por mucho que me enroque nunca logro evitar el jaque mate
y por avaricioso, siempre me paso con las medias o los sietes,
soy el primero en quedarse desnudo aunque vaya de farol,
el último en cerrar los agujeros, por más triples que haga.

Por eso nunca me enfado cuando obtengo el "no" por respuesta,
con el tiempo aprendí a perder la partida, pero no las ganas de seguir jugando,
llámalo como quieras, ludopatía o locura suicida,
pues cada vez que me venzas voy a doblarte la apuesta.

Sé que no soy el mejor jugador al que te has enfrentado,
pero mi virtud no es mi pericia, sino mi perseverancia,
puedes derrotarme las veces que te dé la gana,
no me voy a levantar de la mesa sin ganarte al menos una mano.

Y si algún día rompes triángulo, sacas carta o tiras dardo
y te das cuenta de que yo no estoy donde me corresponde,
no pienses  que me he rendido o que he tirado la toalla,
ni tan siquiera que me he cansado de tenerte frente a mí.

Solo me estoy tomando un tiempo para lamerme mis heridas,
decidiendo cuál será mi próximo movimiento.
Regresaré cuando me crea capaz de alzarme con el triunfo,
o cuando tenga ganas de volver a perder.


Alcaucín / Vélez-Málaga, 16 de Diciembre de 2013