Enmaráñame de sonrisas y perviérteme de miradas.
Confúndeme. Vuélveme loco como lo has hecho siempre.
Haz que me arrastre una vez más hasta ti,
aunque me desuelle, aunque me deje la piel en el camino.
No importa. El dolor es pasajero, superficial. Efímero.
El que no se va, el que de verdad duele, es el otro.
El de la procesión.
El que va por dentro.
Ya no sangran mis heridas,
no sé si porque no me queda líquido en las venas
o porque las cautericé con mentiras.
Y ahora ya no quiero verte.
Ahora quiero olvidarte.
¿Entiendes por qué he venido vestido de bombero?
Estoy apagando el fuego con gasolina.
Y tú me miras divertida desde tu ventana azul
mientras yo, torpe y cabezota,
trepo otra noche por mi escalera.
¿Qué quieres? ¿Que vuelva a buscarte?
No te preocupes. Sabes que volveré.
Antes o después. Temprano o tarde.
Por invierno o por primavera.
Cuando suba la marea o cuando el mar se aleje.
Vendré con aletas y escafandra. Ridículo e inútil hombre rana en tierra firme.
Vendré con mi traje de torero, con las luces apagadas.
O quizas con el de astronauta, de blanco nuclear,
dispuesto a gritarte en el vacío infinito del cosmos,
donde no puede oírse más que el silencio.
Eso nos resultará tan familiar...
Pero no me esperes.
Igual que yo a ti tampoco puedo ya esperarte.
Tal vez sea mejor así.
Nos encontraremos cuando quieran los astros.
Cuando las constelaciones se alineen en orden perfecto.
Cuando haya galaxias danzando al ritmo de nuestros corazones ebrios,
de nuestros sentidos nublados.
Nos veremos en la cola de un cometa,
o puede que en la agonía lenta de una supernova.
Y pasearemos de la mano por los anillos de Saturno,
como adolescentes estúpidos sin miedo al paso del tiempo,
expuestos al vaivén decadente del universo.
Mientras, te seguiré buscando por las lunas de Júpiter.
Mientras, seguiremos solos.
Perdidos.
Incomprendidos.
Enamorados.
¡Felicidades!
Benamargosa / Vélez - Málaga, 14 de Febrero de 2014