Tengo días en los que me levanto con el pié izquierdo,
cosa rara, porque duermo en el lado derecho de la cama.
Días tontos, días de paranoia absurda y de histeria particular.
Días en los que me siento barbero demente o degollador aficionado.
Tengo días en los que dibujo arco iris con acuarelas,
días en los que escribo estrofas con palitos de algodón de azúcar,
o días en los que le arranco a la guitarra soniquetes empalagosos,
días de azul pastel, de romanticismo edulcorado.
Tengo días en los que me tropiezo con montañas,
normalmente, cuando voy buscando piedras,
ya que ellas a verme no vienen nunca
y, como todos tenemos un puntito masoca, a mí me gusta caerme.
Tengo días en los que le canto a la mar embravecida,
recordando tu nombre en cada ola que rompe contra las rocas,
días de lágrimas saladas sobre la arena caliente,
días de recuerdos, de nostalgias absurdas por algo que nunca fue mío.
Tengo días en los que me da por buscar gatos negros,
para cruzarme con ellos, principalmente,
o por esperar comiendo pipas a ver si alguien pinta una fachada,
para echarme una carrera por debajo de la escalera.
Tengo días cortos como aleteos de mariposa en primavera,
días largos que más que días me parecen años,
tengo días en los que el tiempo se me escapa como agua de las manos,
días en los que quisiera que el reloj girase en sentido contrario.
Tengo días en los que me creo Prometeo encadenado,
días en los que te veo como águila rapaz y furiosa,
tengo días de lóbrego tormento, de cólera silenciosa,
días de añoranzas y pesares, días de luz, días de sombra.
Tengo días que no son días,
días que son noches oscuras, madrugadas de barra de bar.
Tengo días en los que muero y luego resucito,
días en los que caigo para volverme a levantar.
Y sin embargo, aquí estoy, sigo vivo.
Tal vez algo loco, puede que un poquito bipolar.
Vélez - Málaga, 12 de Marzo de 2014