Ahora que la luz se nos apagó
y que a tientas nuestros corazones caminan,
he comprendido que el amor es una flor
que crece entre zarzas y espinas.
Me arañé la piel buscando quimeras,
de cicatrices llevo el alma tatuada
y a verte vengo con tres heridas
que cubren mi pecho de malva.
La primera es la que más duele, por perderte.
Por no olvidarte, la segunda es la que sangra.
Y la tercera es la que no se cerrará nunca,
por amarte aún en la distancia.
Te sigo descalzo entre pedregales
tras un rastro de simples migajas
y por aferrarme a clavos ardiendo,
las manos ya tengo cubiertas de llagas.
Pero no te preocupes que a mí no me importa.
Yo ya me he acostumbrado a este dolor,
a gritar cuando estoy solo tu nombre,
a callarme cuando estamos juntos los dos.
Con lágrimas saladas estoy regando el desierto
para que no se seque, para que no se marchite nuestra flor.
Vélez - Málaga, 19 de Marzo de 2014