Aprendí a amarte sin tenerte,
a decirte te quiero sin hablarte,
aprendí a besarte en sueños,
a hacerte mía sin tocarte.
Aprendí a valorar la importancia de lo efímero,
a respetar los silencios necesarios,
aprendí a administrar las distancias y las esperas,
a disfrutar de los cigarros y las copas en solitario.
Me conformé con sostener hogueras en precario equilibrio,
ascuas de rama de olivo para calentar la caldera
y me hice titiritero loco y psicópata de feria,
manejando marionetas con alambre de afilado espino.
Por un tiempo me sentí carpintero inspirado,
Geppetto dando forma a mis sueños.
Hoy, sin embargo, me siento Pinocchio,
con mi nariz cual mástil de navío guerrero.
Fui Van Gogh con una Polaroid delante del espejo,
flash desactivado y navaja de Albacete en el lavabo,
por si se me olvida algo poder arreglarlo luego,
pues ya bastantes cosas tengo rotas y sin apaño.
Hice canciones con mi vieja guitarra rota,
la que nunca fui capaz de enseñarme a tocar,
y compuse estúpidos versos y almibaradas rimas
creyéndome poeta, imaginándome juglar.
Probé suerte como domador de peluches,
aunque era más divertido cuando había que huir de panteras y leonas.
El látigo no recuerdo muy bien donde lo he dejado,
pero la jaula se me está haciendo grande de narices.
Creo que me estoy repitiendo,
porque de mi nariz ya he hablado,
tal vez no sea la jaula lo único que me está quedando grande,
mejor será ir acabando.
O mejor será cambiar de camello,
porque esto que me ha traído hoy es muy raro...
Alcaucín / Vélez - Málaga, 6, 7 y 8 de Marzo de 2014